jueves, 30 de julio de 2009

Verbalmente incontinente

Las conversaciones de oficina suelen ser triviales y está bien que así sean, no tenemos que ser amigos, somos simplemente un grupo de personas compartiendo un espacio común.
Pero para los que pasamos 9 horas diarias en un espacio común la trivialidad es un arma de doble filo, no es comprometedor pero te somete a 50 horas semanales de pelotudeces.

Tuve la suerte o la desgracia de trabajar casi siempre con hombres. En lo personal creo que tiene muchas ventajas: son divertidos, son prácticos, nunca un quilombo, un puterio. Con un poco de viento a favor alguno esta bueno y hace la rutina más motivante y casi siempre hay alguno que te quiere dar y te hace la vida más fácil sin pedir nada a cambio... Claro que también tiene sus desventajas, te quedas afuera de un montón de conversaciones y programas (deportivos y de los otros) y profesionalmente no suele ser muy equitativo.

En las pocas oportunidades que me ha tocado trabajar con mujeres, indefectiblemente presencié o participé de un quilombo. Los vínculos son diferentes y si bien hay otra confianza, el día a día a veces se hace insoportable. En grupos numerosos de mujeres siempre hubo peleas, discusiones, miradas cómplices y comentarios venenosos.
Generalmente me toco mirar de afuera estas situaciones, que si bien en un principio parecen patéticas las vas siguiendo con la misma voracidad que a una telenovela brasilera, hasta que el espíritu conventillero se instaura en el día a día y se vuelve tan adictivo como el café.
Solo una vez me toco estar en el ojo de la tormenta, digo me toco porque no tuve opción, ella iba barriendo mujeres de la oficina cual demonio de Tasmania y fue imposible no verme arrastrada. Ahora que lo veo desde lejos y objetivamente, era una forra hija de puta, pero en su momento consiguió angustiarme.

En fin, ya sean hombres o mujeres, cuando uno llega a un nuevo ambiente laboral goza del beneficio de ser la nueva y pasa un tiempo con aire de espectador escuchando conversaciones ajenas, anécdotas, chistes, incomprensibles disertaciones laborales, etc. Hasta que finalmente se tiene confianza como para empezar a hablar, a liderar conversaciones, a sacar temas comunes. Es generalmente cuando comenzas a sentirte engullido por la rutina y queres cambiar de laburo, de gente, de ambiente, pero ese es otro tema.

Hace dos semanas tenemos una nueva compañerita, que con total desfachatez pero poco resto insiste en tirar tópicos al aire para ver si alguno prende:

- Ya hemos escuchado unas 12 veces, “terrible el día de hoy”. (Si linda, esta fresquito, esta pasando una ola de frío polar y va a seguir por lo menos hasta este finde, no es necesario que lo repitas todas las mañanas)
- “Hoy viene mi suegra a comer a casa” (no te interesa ni a vos y esperas que alguien responda algo a ese comentario?)
- Día siguiente: “mi suegra me cancelo por la lluvia” (imposible remar algo asi!)
- Estoy viendo una serie pero no me acuerdo el nombre. (en serio!?!?!? Te podemos ayudar a recordarlo?)
- Vieron lo de Maicol? (Siiii!!! Lo enterraron sin la nariz, parece que la van a velar por separado. Están buscado al mono que huyo con los 2 millones, esta se la sigo…) y sale con un: “parece que estaba hecho mierda desde antes”
- Ayer hice milanesas de soja de nuevo, pobre mi novio me debe odiar. (No, personalmente pienso que te debe querer mucho, mucho)
- Mejoro un poco el día. (aha)
- Acá se puede tomar mate? (No, lo cebamos y lo tenemos agarradito con las dos manos porque esta calentito. Si ves a alguno acercarse la bombilla a la boca por favor avisa!!!!)
- En el baño pusieron alcohol en gel (si, desde que entraste a esta empresa cambiaron muchas cosas…)

Y como no quiero caer en el estereotipo de la mina jodida, sonrío mecánicamente ante cada uno de estos comentarios.
Pero una mañana cualquiera me va a encontrar despierta y franca.

Callate un poco pendeja!

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